jueves, 7 de marzo de 2013

El soplo de la vida NESPHASH ( Relato)


EN  LA  ACTUALIDAD

Bullicio, estrépito. Quioscos de souvenires se diseminaban a lo largo de la carretera y el trasiego de gente y autobuses hacía difícil el tránsito a la nueva peregrinación.
Los ocupantes bajaban de vehículos y autobuses en tropel, con mochilas, cámaras y refrescos; siguiendo la voz entrecortada del guía que los iba dirigiendo al paraje vendido.
Una vez encontrado el sitio, la multitud se ajustaba de forma conveniente; delante, detrás, de lado.....
-Pero?  - De quién? - De qué?
-De un árbol   -Sí.   -De un árbol¡¡¡   Era el árbol; aquel  que florecía en mágnifica eclosión de color.  Solo un día el nueve de cada trimestre.   Un árbol¡¡¡¡     El árbol de Alma.  Así se llama.




 EN  TIEMPOS  REMOTOS



En tierras donde nunca ocurre nada, sus pobladores se aferran a una historia; a veces mágica, a veces real, para hacer de su comarca un lugar diferenciador que los distinga del resto del mundo.
Todo era posible, la magia y la realidad se podían fundir conformando un todo; y si a ello se le unía un nombre como Alma; donde en el confluyen la esencia misma del hombre. Ya se tiene registro histórico para las generaciones venideras....

EL  COMIENZO



Alma llegó al mundo un día lluvioso de primavera.  Su madre al ofrecerla a la vida ofrendó la suya. Admes marido y médico de la comarca; asistió impotente al desenlace fatal de su esposa.
Ni la ciencia ni la naturaleza pudieron hacer nada por ella....
El infortunio galopante,  aniquiló el destello de luz de su camino. Dafne murió.
Admes, pronto comprendió que no podía solazarse en el goce de su dolor.  Debía ofrecerle a su hija amor y solo amor; el que la pequeña merecía tener.
La casa familiar, nucleo de todas las cotidianidades; se encontraba al final de la comarca, en la ladera de una pequeña colina. La rodeaba una valla pintada de verde; un verde intenso, que invitaba al paseante a trasgredir la zona que delimitaba.
En ella vivían Olimpia,  fiel servidora de toda la vida, silenciosa y observadora; de movimientos  gráciles y casi artísticos;  Lue, Amigo y ayudante de Admes, Admes y la pequeña; a la que le pusieron el nombre de Alma.

La casa siempre estaba llena de pacientes; que aguardaban su turno sentados en bancos de madera, en una estancia grande y luminosa.  El salón principal donde Admes y Lue, trabajaban; era una amalgama de libros, alacenas repletas de hierbas y esencias  donde convivían utensilios de naturaleza diversa.
En el centro una mesa de considerables proporciones en madera de roble, sostenía un alambique para destilar liquidos; también había matraces, probetas, lavadores...... En una pared lateral  la inmensa librería daba albergue a centenares de libros perfectamente catalogados, en la pared opuesta una puerta daba acceso directo al consultorio, que como único mobiliario disponía de dos sillones, un pequeño aparador y dos camillas.

En ese ambiente de olores y cataplasmas creció Alma. Acostubrándose pronto a escuchar y observar el comportamiento ajeno, y hacerlo propio; Miraba  y al hacerlo era capaz de capturar para sí toda la intensidad y embriaguez de cualquier ser humano.
Cuando quería jugar o distraerse, su rincón favorito era la parte posterior de la casa; allí habitaba un enorme tronco de árbol centenario.  En su interior; en aquella descomunal oquedad se sentía cómoda resguardada de todo lo ajeno y lo propio, cerraba los ojos y se embargaba por el aroma que expelía; tierra húmeda y corteza podre.
El tiempo que pasando plácido en esos tiernos momentos de infancia; fue dando paso a la juventud, y con ella a la incertidumbre de saberse diferente, en un mundo áspero y sin pulimento; donde el ser distinto incomoda a los miedosos...
Alma era diferente; por dentro y por fuera. Físicamente tenía una minusvalía en una pierna, obligándole a llevar calzo en uno de sus pies, menuda ; de movimientos lentos, pausados,  se movía con sigilo y hablaba poco. Pero eran sus ojos; esos ojos enormes y negros los que tenían tal magnetismo que cualquiera que viera y no mirará quedaría igualmente hipnotizado para siempre.
Pero donde residía su radical diferencia y belleza, era en su interior; gozaba del Don de sentir el dolor y la alegría ajena. Al mirarles podía saber cuan blancos o negros eran.....
Quién quiere que examinen los sentimientos propios?   Qué se sepan o airen las necedades que contaminan? Nadie.
Quien vive temeroso; con miedos no será nunca libre pensaba ella.

MIEDOS SOTERRADOS

Entre el aceite de limón para las manos ajadas y agrietadas, el de ciprés para el olor de pies, la pasta de avena fina como mascarilla facial o el aloe vera para las quemaduras;  la vida no requería mayor entendimiento.
Pero las personas. Las personas¡¡.  Eso era harina... pero de otro costal.
Se sentían incómodos  con su presencia; ella tenía tara, era un estorbo, un tropiezo; alguien a quien evitar..
En una ocasión aparecieron en consulta un Don y una Doña.  La mujer tenía el brazo roto; aullaba con el dolor. Alma ayudó a su padre a recomponerlo y a calmarle el sufrimiento; a la vez que reconfortaba a la mujer, sus pupilas se posaron en el rostro del marido; en aquellos ojos hundidos y huidizos.... fueron solo unos segundos, pero el tiempo suficiente para que el diera un respingo.  Cuando la mujer se encontró más aliviada y la sala quedó vacía, la joven se acercó a la mujer y le dijo:
-No debería permitir que esto volviera a ocurrir.
-Cómo dices?   - Contestó la mujer con rostro desairado
-Ud.  -Ya me entiende Señora; susurro Alma.
-No seas entrometida mocosa¡¡¡¡ Crees qué todo lo sabes?  -No sabes nada¡¡¡¡¡
-Preocúpate de no caerte tu ; tullida¡¡¡
Alma se retiró de la estancia en silencio; un dolor sordo se asentó en su interior.... como tantas veces.
Admes sabía de aquel sufrimiento; aunque no lo sintiera en sus carnes, pero al mirar el semblante de su hija lo comprendía. El quería la felicidad de ella, no tenía amigos, solo la cavidad del legendario árbol. La minusvalía física y la percepción que de los sentidos ella tenía; repelía a jóvenes y viejos.
Impotencia¡¡¡¡.  Por segunda vez en su vida.



EL DESENLACE  FINAL

El tiempo que arrastrando todo lo que nace fue pasando; con la sucesión lógica, de las horas, días, meses y años...
Una tarde mientras paseaba como era costumbre en ella; un grito silencioso estalló en su cabeza. Cayó al suelo desplomada, en breves segundos volvió a la realidad. Se levantó y caminó con celeridady torpeza; mientras caminaba sintió su espalda empapada en sudor, el vestido pegado a la piel, y el cabello antes liviano, se había transformado en una pesada carga sobre sus espaldas.  Llegó como pudo a casa; sudorosa cansada; presa del pánico.  Allí en el umbral de la puerta esperaban Olimpia y Lue, sosteniéndose ambos las manos.   Su sospecha se confirmó.  Admes  había muerto.
El tiempo, siempre el tiempo.... no calmó el dolor, Una inmensa oquedad habitó sus entrañas para instalarse allí y no partir jamás; su candidez se fue marchitando y  aunque había cuidados y el amor de sus dos compañeros y familia.  El sosiego no reinó más en aquella matería.

Su cuerpo truncado se fue arrastrando sinuoso hacia el arbol, una tarde de primavera....  su espalda se reconfortó entre las hendiduras de la corteza; la respiración se fue trasmutando en algo quieto y aplacado, poco a poco aquel agujero negro de su ser se desdibujó; a la vez que la abertura del inmenso árbol se iba cerrando.  Los dos agujeros desaparecieron uniéndose en un todo..... mientras un eco susurraba en el interior del tronco....

Quiero cantarte;
Entre tu espacio y mi espacio:
no hay espacio,
Somos uno.
Amigo; compañero,
Materia de mi materia,
Mi alma ; mi esencia, mi destino..........





EPÍLOGO

Alma murió un día nueve de una primavera cualquiera:
nunca encontraron el cuerpo, los lugareños no le dieron mucha importancia; algunas especulaciones, habladurías. Pero nada que confirmara un hecho real; su muerte se presentó para ellos tan extraña como fue su vida.
Olimpia y Lue Lloraron su pérdida; pero algo dentro de ellos, les hacía presagiar que allí donde estuviera sería feliz.

El verano que siguió a aquella infortunada primavera, algo inédito sucedió;  El tronco del árbol centenario y semiumbrio.  Extendió su ramaje; antaño inexistente hacia el infinito, haciendo brotar de el flores de colores; colores nunca antes vistos por el hombre.

Cuenta la leyenda que desde entonces; cualquier enfermedad o mal de amores, allí se cura.  Y lo que un día fue desamor; se convirtió en infinita paz y amor.



Este relato corto lo escribí hace muchos años;   Está dedicado a mi hija Nora

2 comentarios:

  1. Un cuento para llevarlo a la gran pantalla, historias de esperanza para esta humanidad falta de amor.

    ResponderEliminar